Cualquiera que tenga niños a su alrededor, sabe que el tiempo que una tiene para arreglarse va disminuyendo a medida que crecen las «necesidades cosméticas» de los pequeños.
Y es que, entre el maravilloso estado de egocentrismo que una se puede permitir al no tener niños a su alrededor, con escenas del tipo «cojo el bolso, las llaves y salgo de casa«, al, también maravilloso pero agotador, estado de ocuparse de todos menos de una misma, con escenas como «Repasemos, llevamos toallitas, pañales, biberones, una muda por si se mancha, un cubo por si vamos al parque, unas galletas por si tiene hambre… ah, y un chupete de repuesto!» hay un abismo.
Un abismo… y un montón de productos en las estanterías de tu baño que jamás imaginaste que existieran.
Cuando mi niña tuvo la suerte (para envidia de su madre) de tener unos rizos dorados preciosos, descubrí el problema que supone desenredarlos y que hasta ahora, gracias a mi «pelo-más-liso-que-una-tabla» desconocía por completo.
Ahora no puedo vivir, por ejemplo, sin el suavizante sin aclarado de L´Oreal Professionnel con olor a melcotón.
Con lo que llora la pobre cada vez que enjabono y aclaro el pelo, no voy a alargarle el sufrimiento con el suavizante, así que no puedo vivir sin él. Al salir del baño, se pone un poquito y ¡listo! Todo un pelo de princesa.
Otra de las cosas que una no imaginó nunca es lo complicado que podía resultar llevar a un niño (y no digamos a más de uno) a la peluquería.
Llantos, rabietas, miedos,… y fé, mucha fé en que ese señor no le va a dejar un corte de pelo horroroso y luego echarle la culpa al niño «porque se movía mucho…», mientras su madre no sabe si llorar o explicarle al padre de la criatura lo que ha pasado para que no se asuste al verlo….
Me muero de vergüenza al recordar mis primeras visitas a la peluquería con una barra de pan, galletas, agua, juguetes… qué horror… me exigía más planificación y sudores que presentarme a unas oposiciones…
Pero por suerte descubrí las peluquerías infantiles que, aunque pensaba eran un esnobismo, resulta que cuestan lo mismo que las demás y te facilitan la vida de una forma muy especial.

Mobiliario infantil, películas infantiles, video juegos, cuentos, pinturas… todo para hacer que el niño adore ir a cortarse el pelo y además se porte de maravilla, o casi.
Ni que decir tiene que los profesionales que se ocupan de que tus niños queden guapísimos, no sólo tienen sobrada experiencia con niños sino una carga genética especial que les dota de una paciencia infinita y milagrosa.

Y por si esto fuera poco, mientras ellos juegan, pintan, leen o ven una película, tú te puedes peinar, cortar o lavar el pelo.
Así que mamá contenta y niños guapísimos… un gran invento ¿no creéis?
¿Conocéis algún truquito o producto maravilloso para niños?
¿Donde les cortáis el pelo?